Escritos
Descubrir siempre es un refugio. Gracias por leerme félidos.

Ya he estado en estas calles, pero no son igual; alguien le falta.

Pienso; tengo hambre, pero no la necesidad de tributar demasiado. Al final todos lo hacemos.

Caminaré de regreso.

Paso por el reloj floral y al dar vuelta me regresan caprichosos los recuerdos de la infancia.

- ¿Qué es un marengo?

Entro al banco, al mismo al que le conozco hasta los servidores; de aquellas veces que me contrataron para apantallarlos. Quizá por eso les desconfío.

Salgo al fin.

Más frívolo que un ambientalista, leo a unos pasos: "No dejes para mañana a quién puedes enamorar hoy". Es en un teatro local, sigo sin verle la comedia.

Acá en el barrio de todos, es costumbre quitarse el hambre tapando una muela con una semillita doblada y cubriéndola con un montoncito de aminoácidos... a veces al revés.

Me tapé dos mientras se me ocurrían unos chistes sobre acumulación, pero al final los racioné.

Creo que comenzaré una votación pública para saber si es el momento adecuado para tomar una siesta ahora que estoy tan cerca de casa, cuando despierte haré el conteo...

Abro los ojos, la tos sigue ahí. Remojaré el alma unos minutos.

No puedo permitirme faltar a la rutina de emancipar esos aminoácidos ingeridos. Así que me pongo un tenis, otro tenis y el otro te… me lo quito.

Regresó después de una hora, exhausto pero contento.

- Aún alcanzó la capilla del consumo. ¡Miga, acompáñame!

Ahora todo es "sensorial", cajitas sin intelecto con aromas tan exóticos que nunca adivinarás de que isla tropical provienen.

- ¿A qué hueles, basura?

Entro a mi cuarto y cuelgo en la pared una serie navideña que me dio la jefa. Parece como si me fuera a comunicar con el Demogorgon. Desquitaré que veces me dicen millennial.

Me siento cerca del quitasol. Examino de que se trata esta noche la talacha.